Gente corriente.
Me gusta la gente
corriente, la que lleva un pantalón normal, una camisa limpia, unos zapatos
usados, una sonrisa sincera, una mirada clara…
La gente corriente es esa que pasa por la vida trabajando por un mundo mejor, la que no engaña ni se
corrompe. La gente corriente, aunque pueda, no se gasta la intemerata en una
boda de pingüinos, vestidos estrafalarios, pamelas, derroche de comida y
bebida, ni en un bautizo o comunión del tipo de una boda, ni dando muchos o
pocos euros en una hipócrita cena de gala benéfica servida por camareros de
contrato-basura, personas que se apuntan a un bombardeo, crean hermandades de
autobombo y vanalidad para honor y gloria de sus fantasmas.
Con los fantasmas y fantasmones nos cruzamos por las calles, los vemos acicalados hasta las cejas y parecen creerse los reyes del
mambo. Por el contrario, la gente corriente, la que coge el autobús y cede su
asiento a quien lo necesite, la que entrega anónimamente unas perras al pobre
negro que permanece en el semáforo pensando en el maldito viaje por el desierto
o patera hasta llegar a este paraíso de mierda. Pensando en unos padres,
hermanos, mujer o novia, a quienes llama diciéndoles que está bien, en un
trabajo digno, que le da para comer y enviarles unos euros de vez en cuando.
La gente corriente también tiene sus problemas, son
víctimas del sistema de desinformación colectiva pro pensamiento único, de la
inoculación del fútbol como droga, de droga como fútbol, de hacerle comer y
beber alimentos basura en cualquier burger explotador de empleados…
La gente corriente es buena, y más buena todavía,
cuando se rebela contra la injusticia y sabe decir no.
Pintura y texto: Vicente Toti