28 enero 2010

Zalamea, ermita del Sepulcro.

Un tormentoso -y atormentado- ambiente envuelve la ermita del Sepulcro mientras los últimos rayos de sol dan a la cal blanca de las paredes la siempre repetida orgía de tonalidades del atardecer en la Zalamea primaveral y semanasantera. El viernes santo, tras la procesión, vendrá la Vía Sacra a la que sólo hombres (y en silencio) podrán asistir. La frágil construcción parece navegar sobre un mar encrespado y el matorral se convierte en olas que rompen contra el pétreo muro rematado de ladrillos gruesos, ligeros toques de verde esmeralda se acurrucan junto al yerbazal y, sobre él, arriba a la izquierda como un negro presagio, los nubarrones amenazan tormenta. La oscura puerta permanece abierta esperando la llegada de la urna en tanto la omnipresente potencia del viento del oeste rompe blancos y celestes llevándose consigo trozos del pequeño y fantasmal campanario. La obra esta pintada al óleo sobre lienzo con unas medidas de 100 x 81 centímetros.