25 enero 2010

Pintar la torre de Zalamea

Podríamos decir que la he pintado decenas de veces. La torre del pueblo está omnipresente en el pensamiento colectivo de la gente. Esta mañana me decidí a terminar otra que solo tenía abocetada, de encargo, y de pequeño formato (apenas 27 x 35 centímetros). Puse el lienzo sobre una tabla cogido con cinta adhesiva, preparé los colores al óleo, quité algo del carboncillo con que la había dibujado todo lo minuciosamente posible y me lancé a la faena. Serían las diez de la mañana, sobre las dos de la tarde la di por terminada. Primero el “capirote” azul y blanco de azulejos que es lo que más lata me suele dar, luego manchas aquí y allá para terminar con el cielo azul celeste y una cigüeñas sobre las bolas que coronan las cuatro esquinas de la torre en cuya pared principal, debajo del reloj, figura una placa de piedra con la inscripción “1606 ANS”, más de cuatro siglos. Cuatro horas viéndola en directo desde mi estudio. Como tenía a mano una cámara de foto le hice una instantánea durante y otra después, ya terminada y firmada, que casi siempre se me olvida.