23 enero 2010

Nerva y mi "Tierra de mineros"

Este cuadro de metro y medio por cada lado fue seleccionado para el Salón de Otoño de Huelva. Está en el catalogo editado por el ayuntamiento onubense. Es curioso porque no ganó pero un señor llamado Andrés buscó mi teléfono y me llamó indignado (creo que desde Trigueros) porque no hubiese ganado y para comprármelo, quedé en llamarlo pero perdí su número telefónico y me quedé con esta obra a la que quiero tanto y que esta inspirada en estas letras publicadas en mi libro “Tierra de mineros” de 1996:
Me encuentro en el viejo Filón Planes junto a la vieja fragua y al viejo y desaparecido malacate. Todo es ya viejo en la vieja mina. Estoy sentado, y no estoy solo aunque lo esté. Siento a mis espaldas la no voz del capataz ausente, repartiendo a los hombres cuyos destinos nadie sabe, y mucho menos yo, el hijo del maestro herrero. Estoy mirando a Nerva desde la cuna del cobre y no comprendo corno muere la Historia, cuando aún queda tanto para la última palabra, aquella que señala el camino del retorno. Y vuelve la no voz diciendo a Mr. Browning: "Si usted me lo permite, no baje hoya la mina que no está muy segura por los desprendimientos en cadena". Cuando vivimos constantemente en la congoja el fantasmal suspiro de la tierra cruje y huele a muertos, corno cuando la sensación de olvido nos invade. Si someterse a la atracción del recuerdo es necio, yo pido a los dioses fenicios y romanos gloria: la Gloria, un interludio lunar, una canción de cuna, una luz cegadora que rompa la retina al viento. La sinfonía pétrea de los silencios me llama, me late la vida en la distancia del no quiero. ¡Quién sabe si moriré después de haberte visto, Nerva! Quién sabe si lo que siento a mis espaldas es algo más que voces inventadas por mí mismo. Siento el tiempo con un dolor enorme aquí en el pecho, el pobre capataz que un día gritara sin sentido yace dormido en el abismo de un montón de escoria, crece la conmoción desde Nerva a Zalamea, y es preciso y exacto dar noticia a la metrópoli; dar aviso a la guardia de asalto y al cura; ir a la imprenta de Chaparro por la esquela, y abandonar la estación de Enmedio en diez segundos.
Al rechinar tremendo que rompió la madrugada, el tren se va, y yo sigo aquí, junto a la fragua; ya mi padre ha templado el acero de las barrenas, afilado los cinceles y las brocas gastadas del sudor. El aire de la soplante trae sanes escoceses mientras, en Bellavista, una "mileidy" se acostó con un minero, y. el aire de la soplante se torna en pasodoble. Ruge el fracasado intento de huelga general y según la Pirenaica, los nervenses, una vez más, dan el primer paso hacia la reconstrucción moral (los obreros callan y el terrible murmullo de su silencio quita el sueño a M. Browning y a su ayudante Wynter). Reconozco, Nerva, que estoy ante mi pensamiento solo, sólo con la fuerza ausente del minero hermano, del compañero muerto tras el 'paisaje violeta desnudo de emociones y preso de la ira. Cae la tarde ... Cae por fin la tarde en el viejo Filón Planes,' junto a la fragua donde un día mi padre fue feliz un día, él que me enseñó a distinguir El Ventoso del Pozo Bebé, me habló de Vázquez Díaz, Labrador, el maestro Rojas y me cantó bajito y quedo el himno de Riego. No creo, no creo que vuelva en mucho tiempo a Filón Planes, no se puede, amor, forzar tanto esa máquina tan frágil llamada corazón.