27 julio 2014

Zalamea, Huelva, Riotinto, Nerva

Gente corriente.
Me gusta la gente corriente, la que lleva un pantalón normal, una camisa limpia, unos zapatos usados, una sonrisa sincera, una mirada clara… 
La gente corriente es esa que pasa por la vida trabajando por un mundo mejor, la que no engaña ni se corrompe. La gente corriente, aunque pueda, no se gasta la intemerata en una boda de pingüinos, vestidos estrafalarios, pamelas, derroche de comida y bebida, ni en un bautizo o comunión del tipo de una boda, ni dando muchos o pocos euros en una hipócrita cena de gala benéfica servida por camareros de contrato-basura, personas que se apuntan a un bombardeo, crean hermandades de autobombo y vanalidad para honor y gloria de sus fantasmas. 
Con los fantasmas y fantasmones nos cruzamos por las calles, los vemos acicalados hasta las cejas y parecen creerse los reyes del mambo. Por el contrario, la gente corriente, la que coge el autobús y cede su asiento a quien lo necesite, la que entrega anónimamente unas perras al pobre negro que permanece en el semáforo pensando en el maldito viaje por el desierto o patera hasta llegar a este paraíso de mierda. Pensando en unos padres, hermanos, mujer o novia, a quienes llama diciéndoles que está bien, en un trabajo digno, que le da para comer y enviarles unos euros de vez en cuando. 
La gente corriente también tiene sus problemas, son víctimas del sistema de desinformación colectiva pro pensamiento único, de la inoculación del fútbol como droga, de droga como fútbol, de hacerle comer y beber alimentos basura en cualquier burger explotador de empleados…
La gente corriente es buena, y más buena todavía, cuando se rebela contra la injusticia y sabe decir no.

Pintura y texto: Vicente Toti